El archivo de la Biblioteca Nacional conserva joyas con siglos de historia.
Algo tienen en común
el manuscrito del Cantar del Mio Cid, los
grabados de Goya y los
tangos de Gardel. Todas son obras de valor incalculable y todas conviven en la
Biblioteca Nacional. Dentro de ese edificio, robusto por fuera, sofisticado por dentro, se las han ingeniado para llevar el talento de sus autores a los ordenadores de medio mundo. Son las ventajas del progreso y de la digitalización, un proceso con el que cumplen un doble objetivo: difundir el patrimonio, y proteger lo más selecto de la cultura del inevitable paso del tiempo.
Desde el año 2008 se han subido a la
Biblioteca Digital Hispánica más de
150.000 obras, el equivalente a unos
25 millones de páginas. No es mucho en comparación con los 30 millones de documentos que alberga la Biblioteca, pero sí lo suficiente para encontrar desde cromos a discos de vinilo y desde cantorales del siglo XV a carteles de corridas de toros. Un amplio pero selecto club al que pronto se unirán, gracias a la firma de un nuevo convenio con Telefónica,
Miguel de Unamuno,
Valle-Inclán,
García Lorca o
Ramiro de Maeztu.
Incluir estos escritores será una de las principales tareas de la Biblioteca en los próximos meses.
La Ley de Propiedad Intelectual dicta que las obras realizadas en vida por su autor pasan a dominio público una vez transcurren
80 años de su muerte. Por esta razón, todos estos intelectuales fallecidos al comienzo de la
Guerra Civil estarán accesibles desde la web de la Biblioteca
a partir de 2016.
Las cifras del proceso
– 150.000, títulos hay ya digitalizados, unos 25 millones de páginas.
– 80 años deben pasar desde la muerte del autor para que sus obras realizadas en vida pasen a dominio público.
– 16 millones de documentos se han descargado desde 2008.
Digitalizar los libros es lo más sencillo de todo el proceso, aunque siempre hay obras literarias que por su tamaño o antigüedad merecen un tratamiento especial. Esto es lo que ocurrió con los
apuntes a mano alzada de Leonardo Da Vinci y con la versión manuscrita del
Cantar del Mio Cid, dos de los documentos que más enorgullecen a los responsables de la Biblioteca.
Frío y poca humedad
Con obras como el poema castellano, su traslado se convierte casi en una cuestión de Estado. Primero se recoge el ejemplar del archivo de libro antiguo, donde los títulos
se ordenan por tamaño –y no por materias– para mejorar su conservación. Allí, en lo más íntimo de la
Biblioteca Nacional, ha estado ABC para comprobar que las condiciones de temperatura, luz y humedad son tan estrictas como los controles de seguridad que dan acceso a estas salas.
Después, si están muy deteriorados, pasan por los talleres de restauración, situados varias plantas más abajo. La mayoría de documentos que llegan a esta zona de la Biblioteca lo hacen porque van a ser expuestos en un futuro próximo. Sin embargo, hay obras que para ser digitalizadas necesitan también una mano de
«chapa y pintura» para que su manipulación se pueda realizar en condiciones seguras. Por muy grandes y aparatosos que sean estos documentos –en la Biblioteca hay escáneres con más de un metro de anchura–, digitalizar obras literarias no es tan más complejo como llevar
zarzuelas o
discursos políticos de finales del XIX a la página web. La Biblioteca Nacional tiene archivos sonoros de todo tipo (musicales o no), grabados en soportes inimaginables para cualquiera que se haya criado con el casete y el VHS.
De la imagen al sonido
Algunas de las joyas de la colección están grabadas en cilindros de cera y discos de madera (aristón) o metal (ariosa), soportes que en algunos casos funcionaron a mediados del siglo XIX. Para obtener una pista de mp3 de los cilindros de cera –uno de los sistemas de grabación y reproducción de sonido más antiguo que se recuerda– no hay más remedio que recurrir a un reproductor de la época y capturar el sonido con otro dispositivo. Es decir, la grabación se realiza en tiempo realy, si la Biblioteca tiene 1.000 minutos de zarzuelas, tendrá que escucharlos uno por uno para poder subirlos a su página web.
En la BNE conviven aristones, ariosas, discos de pizarra... Foto: Ángel Navarrete
Por extraño que pueda parecer, no ocurre lo mismo con los aristones, las ariosas o los discos de pizarra, parientes lejanos del vinilo que en vez de surcos tienen pequeños agujeros en su superficie. ¿Cómo se ha recuperado la melodía de un soporte tan antiguo? Con un programa informático que, a partir de una imagen escaneada del disco, ha sabido asignar a cada punto un sonido, consiguiendo una melodía muy parecida a la original. Este sistema se está utilizando también para recuperar la esencia musical de 6.500 rollos de pianola, otro de los proyectos «estrella» de esta institución.
Este trabajo está dando sus frutos en la web de la Biblioteca Digital Hispánica, que recibe cerca de 2.000 visitas al día. Desde que en 2008 comenzase el proyecto de digitalización, los usuarios han realizado 16 millones de descargas, una cifra que supera por mucho las consultas presenciales en la Biblioteca. El progreso era esto.
Noticia de ABC de Sevilla 10 de agosto del 2014